Una Superbowl con sabor universitario

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Sin que sirva de precedente, hoy ninguno de nuestros deportistas con beca deportiva en Estados Unidos será protagonista de esta nueva entrada del blog. Esperemos que no se pongan celosos, pero resulta que estamos en plena semana de Super Bowl. Este próximo domingo, los Atlanta Falcons y los New England Patriots se disputarán el cetro de la National Football League. Por lo tanto, toca hablar de fútbol americano en esta entrada. Concretamente, de dos jugadores que alcanzaron la NFL a pesar de que unos años atrás ni se lo planteaban.

La historia de Demetri Goodson: sus inicios

En agosto de 2008, Demetri Goodson obtuvo una beca deportiva universitaria para jugar al baloncesto en la Universidad de Gonzaga. Excepto un milagroso tiro en el último segundo que les dio a los Bulldogs la victoria ante Western Kentucky en el torneo nacional de la NCAA, el base nacido en Charleston pasó tres temporadas sin brillo en Spokane.

El cambio: su ingreso en la Universidad de Baylor

En 2011, animado por su padre, Goodson decidió transferirse a la Universidad de Baylor para probar suerte con el fútbol americano. Allí, tras dos años lastrados por las lesiones, cuajó una soberbia campaña como cornerback y kick-returner, algo que le valió para ser seleccionado por los Green Bay Packers en la 197ª posición del Draft de la NFL en mayo de 2014. Ser escogido en rondas tardías no garantiza un hueco en la plantilla definitiva. Sin embargo, sus avanzados instintos defensivos propios de un ex-baloncestista acostumbrado a navegar entre bloqueo y bloqueo le han permitido a Goodson completar tres temporadas en la franquicia de Wisconsin.

El inverosímil camino de Cairo Santos

Todavía más rocambolesca si cabe es las historia de nuestro otro protagonista, el pateador de los Kansas City Chiefs, Cairo Santos. El oriundo de Sao Paulo tenía intención de estudiar un año en un instituto de St. Augustine (Florida) antes de regresar a su país. En principio, Santos iba a enrolarse en el equipo de soccer (fútbol). Sin embargo, el destino tenía otros planes. Con 15 años, Santos no conocía las reglas del fútbol americano, aunque como buen carioca, tenía maneras para golpear un balón, ya fuere esférico u ovalado.
Los fines de semana, el brasileño metía tiros de campo en los partidos de su escuela. El resto de días aprendía las reglas de su nuevo deporte jugando al Madden en la Xbox. Su precisión era tal que recibió una beca deportiva en Estados Unidos para compaginar estudios y deporte en la Universidad de Tulane, en Luisiana. Y tras un periplo estelar en Nueva Orleans, Santos se ha convertido en uno de los mejores kickers de la NFL.

¿Cuál sería la moraleja de todo esto?

Queridos jóvenes deportistas, incluso en las circunstancias más adversas, nunca se pongan límites. Con ilusión, trabajo y perseverancia todo es posible. No subestimen la magia del deporte universitario americano.

Por Pablo Mosquera Pérez