Estados Unidos es el puente perfecto hacia el tenis profesional actual

Pistas Exteriores VaTech (Captura tomada de Hokie Club)

En los últimos años, que un tenista emigre a Estados Unidos con una beca universitaria ha dejado de considerarse una novedad. Hoy en día, la elección del college tennis es la norma, incluso para muchos que aspiran a hacerse un hueco en circuito profesional.

Actualmente, consolidarse en el top 100 ATP o WTA como adolescente está solo al alcance de unos pocos elegidos. La inmensa mayoría de los mortales no están preparados ni física ni mentalmente para competir contra los mejores del mundo. En el tenis moderno, especialmente el masculino, los jugadores tardan más tiempo en alcanzar su plenitud física y, por ende, las carreras se están prolongando. Sin embargo, a los jóvenes les cuesta más meterse y, sobre todo, mantenerse en la élite.

Analicemos varios casos de representantes de la NextGen:

Jugadores top en sus etapas junior como el coreano Hyeon Chung o el estadounidense Taylor Fritz protagonizaron ascensos meteóricos hasta rozar el top 50 tras dominar el eslabón inferior de los Challengers. No obstante, incapaces de conseguir regularidad en los grandes eventos, el circuito se los tragó, retrocediendo casi cien posiciones en la clasificación. Thanasi Kokkinakis tenía una gran proyección hasta que su cuerpo dijo basta. Hasta el mejor con diferencia, Alexander Zverev, pasó por un período de crisis en temporadas anteriores porque seguía creciendo y tenía que adaptar su juego a su cuerpo cambiante.

Estos jugadores anteriormente citados son campeones o finalistas de Grand Slams junior. En lo los últimos años, el tenis universitario estadounidense ha sido capaz de seducir a este perfil de jugadores internacionales, aunque sí lo ha hecho con americanos como Chase Buchanan (US Open 2009 – Ohio State) o Jordan Cox (Wimbledon 2009 – Georgia Gwinnett).

Aunque los mayores talentos internacionales se le estén escapando, la NCAA está atrayendo a cada vez más tenistas del estamento inmediatamente inferior. Esos que sueñan con ser profesionales pero son conscientes de que es una apuesta sumamente arriesgada. Este perfil de tenista se encuentra ante la siguiente disyuntiva:

  1. Profesionalismo

Implica bregar duramente cada semana en el circuito ITF durante años, mejorando el ranking paso a paso hasta que llegue una explosión que permita acceder a torneos de superior categoría. Las precarias condiciones en los torneos de menor rango hacen que la gran mayoría de tenistas se queden por el camino.

Un ejemplo de éxito moderado de esta ruta es el portugués de 23 años Joao Domingues, actual 180 ATP. Apostó por intentar llegar a la cúspide a pesar de que no destacó como juvenil. A base de trabajo, fue subiendo poco a poco, aunque no superó la etapa de Futures hasta 2017. Dato importante: en esta misma semana el año pasado ocupaba la posición nº 453 en la lista mundial.

  1. Beca de tenis en Estados Unidos

Los jugadores que eligen esta opción maduran física y emocionalmente durante cuatro años en Norteamérica. El nivel de entrenamientos y competición es muy alto. Las instalaciones, el trato o el material son de otro nivel, comparadas con las de ITFs. Como hemos mencionado previamente, a los 22 años se está más preparado para afrontar una temporada llena de altibajos en los Futures. ¿Y si sale mal la jugada? Se le da uso a ese título universitario y a esos valiosos contactos de tu equipo, fraternidad o clase. No tiene mala pinta la alternativa, ¿verdad?

Compatriota y coetáneo de Domingues, Joao Monteiro optó por la vía del college tennis. Becado en la Universidad de Virginia Tech, el portugués mejoró a un ritmo agigantado en Estados Unidos. Sin clasificación, disputó su primer Futures post-graduación en Julio de 2016. Once meses después, Monteiro ha alcanzado el puesto nº 395 ATP. En menos de un año ha conseguido alcanzar un ranking superior al de su colega con dedicación exclusiva. El futuro parece brillante. Y si se tuerce, siempre podrá usar la educación top adquirida en Virginia Tech.

Aquí en VT Sports no dudamos en recomendar la opción B.

Texto: Pablo Mosquera